Sublime, inmaculado, son los epítetos que más podrían aproximarse a la magnificencia de este disco. Rush eran los pioneros del entonces naciente proto metal, logrando unir dos mundos poco ortodoxos, como lo era el heavy rock post Zeppelin 4, con la visión artística de unos Pink Floyd cósmicos.

Después de un sobrevalorado y exitoso 2112, Rush necesitaba una obra que los posicionara como una potente respuesta al progresivo europeo y, a su vez, volviera al sonido oscuro e intrincado de Fly by night y el maravilloso Caress of steel y, por todos los infiernos, se fueron de madre con este disco.

Boocklet del remasterizado de 1977

Abre Farewell to kings, con una grandilocuente introducción clásica a manos del subvalorado dios de la guitarra A.Lifeson, aquí me saco el sombrero, ante quizás un personaje jamás valorado al nivel merecido y eclipsado ante el más visible talento de sus dos peers (Lee y Peart). Para mi Lifeson, junto a Ty Tabor y Brian May, son 3 de los más grandes violeros que la historia del rock ha parido (y más me han influenciado como ser humano). Alex es un maestro en combinar riffs en quintas (o power chords) con arpegios a cuerdas abiertas (ver Cygnus X-1 book 1) o tocar derechamente inusuales acordes con open strings, por ejemplo, ese LA con la tercera cuerda al aire con la cual la banda entra en Farewell to kings es un deleite a los oídos. Muchas veces el overplay de Neil Peart y el groove de Geddy Lee nos hace perder atención a la inteligencia con que Alex toca. Por tal, aprovecho esta tribuna para agradecer desde este rincón del mundo a este canadiense por ilustrar que no debes ser un shredder para componer con sabiduría y que un excelente sentido rítmico, y gusto al momento de escoger las notas, ha permitido que una legión de personajes, que no tienen los dedos como Steve Vai, podamos descubrir nuevos lenguajes en la guitarra.

Por favor, escuchen Cygnus X-1 a solas en el desierto y encuentren su aku aku ancestral. Yo lo encontré en Rush.