Rowan Robertson
Michael Wilton
Robb Reiner
Dug Pinnick
James Lomenzo
Scott Putesky
Snowy Shaw
Gigi Hangach

Kings X: Ear Candy

Publicado por sergio_anonimo On viernes, abril 09, 2010

Definitivamente esta banda está incapacitada para grabar material average. Todo lo que hacen es excepcional, transgrede los rígidos parámetros de estilos, tanto artísticos como musicales.
Junto a Cheap Trick, Savatage, Galactic Cowboys deberían formar el sindicato de “bandas a las que nos copian todo y no ganamos un mendrugo”. Sinceramente, para ser una banda de calidad musical dionisiaca, de talento compositivo inconmensurable y con un feeling que va más allá de los sentidos, no termino de convencerme cómo no son tan grandes como los Beatles.

Este disco, de 1995, fue el último para Atlantic records, casa disquera que los amparó casi 8 años y, además, fue precedido por el álbum más metálico de estos texanos (Dogman).

Para este disco hubo cambios. Aparte del corte de pelo (muy a lo Load de Metallica) este trío optó por mirar al pasado, y no sólo en términos musicales, sino que en aspectos vivenciales. Cada uno de los surcos de este maravilloso disco es como un pedacito de la infancia de los integrantes y, he ahí la magia del rock, uno como auditor al oírlo hace suya la experiencia de otros, como si estuviesen contando tu propia historia. Este disco tiene ese componente casi “familiar”: cada track me recordó algo de mi infancia, ya sea por que la música es símil a la que mis padres oían en mi casa o por las letras y atmósferas de cada acorde, de cada arreglo, que me lleva a un estado primal y de inocencia que ninguna banda había logrado, ni siquiera Queen, ni Priest, ni Yes...

Abre The Train, una pieza que es un groovy ejercicio rítmico, con largos compases impares (un placer para cualquier batero), acordes precisos, una línea vocal en las estrofas a cargo de Ty Tabor, muy Harrison, me recuerda el llamado al Magical Mystery tour. Contrastada con la vocalización melancólica del estribillo a cargo de Doug. Acá me saco el sombrero con el puente, unas armonías edénicas, escuchen el tono del bajo en esa parte y díganme que Doug no es el Chris Squire de los 90´s.

Sigue What i´m gonna do, una hermosa pieza acústica con arreglos folclóricos y armonías que rememoran una percutiva música africana, todo como un soundtrack a la claustrofóbica letra que habla sobre la desesperación de no controlar tu propia vida, sobre todo cuando tu entorno te obliga a cumplir ciertos estándares éticos, en el caso de Pinnick, el karma de formar parte de una banda institucionalmente cristiana.

Luego Sometimes, aborda la misma temática, pero de un punto de vista más afectivo y no síquico como la anterior. Si aquella era la catarsis, el preludio a la rebelión, Sometimes es el cuestionamiento puro a los sacros pilares de la religión. Hay algo muy naive en la lírica de esta canción, es curiosamente un gospel, algo que motiva lógicamente al exaltamiento de sentimientos o a la fe, pero esto contrasta bruscamente con una letra contestataria, de provocación, de mucha duda, pero, por sobre todo, de esperanza. Es en esta canción en que Doug suena muy cómodo cantando y en el bajo realmente brilla: su Hammer de 8 cuerdas es un barreno de groove que responde inteligentemente al riff de Ty. Ojo con las segundas voces de Jerry, muy R&B.

The box debe ser aquellas canciones que tu cuerpo demanda experimentar al menos semanalmente. Una oda nostálgica a amores perdidos, a metas incumplidas, a riesgos y sueños infantiles. Qué gran guitarrista es T al tocar esos arpegios mayores a cuerda abierta, en compases de 6/8, intercalados con 9/8, pero sobre todo, Doug… sós grande fucking Nigger!!!! la credibilidad de su voz es tal que es imposible no quebrarse y llorar. Conduciendo al climax del solo final, que es de esos momentos mágicos del rock (como cuando Lennon grita al final de All you need i´ts love la letra de She loves you), resulta ESCALOFRIANTE, un overbend venido del Olimpo te arranca el corazón, para, finalmente, subir y bajar el volumen como Alex Lifeson, ese maravilloso efecto tipo violín.

Looking for love, 67 y Run son lo más rockero del disco, que no llega a las tesituras metálicas de Ogre tones o Dogman, pero son excelentes fundamentos de por qué King´s X son los Cream del nuevo milenio.

Mississipi Moon, cantada por TY, me recuerda, por el riff, a Fly by night de Rush, pero con esa sensibilidad sureña y esa nostalgia por días mejores y ese meloso solo, tan simple, me saca lágrimas de dromedario.

De ahí viene la genialidad que hace a King´s X ese secreto de estado tan “reservado” para pocos:

Fathers: Genialidad beatlesca, sicodelia, sorpresivos cambios de tono, un groove del demonio, una letra minimalista que describe la gigantesca y disfuncional familia de Doug, habiendo un explícito llamado a un padre ausente, que como todos los fans de X sabemos, fue alguien decisivo en la vida de Pinnick y, a su vez, un conocido personaje en el estado de Texas, un sureño, mitad suizo y afro americano, que tuvo casi 53 hijos.

Cuando dice: Everyone of us loves everyone of us…es kármico. Tus sentidos no toleran tanta creatividad y tanta simpleza a la vez.

Picture: Podría disertar horas sobre este temazo. Doug se luce como un dios del rock en la voz, pero overall, la línea vocal, tan típica de la ribera el Mississsipi, siguiendo en la tónica familiar, pero de un punto de vista más melancólico y menos dramático como en Fathers.

Difunde y vive King´s X, la banda del milenio.

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